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No mires abajo...

Que la esperanza está arriba y Hades no te quiere contigo.

 

Detente allí…

 

¿Es que no ves que con cada paso que das vas hundiendo lo que queda de mi felicidad, reduciéndola a nada? Eres el único capaz de tener mi corazón en la palma de tu mano en el mismo instante que lo pides. En que silbas como quien llama a su perro y allí va, moviendo la cola, aún cuando sabe que lo único que recibirá será una cruel patada. 

 

No te vayas más… 

 

Deja que sea mi alma la que te entregue hasta el último soplo de su vida. Drena de mi pecho toda esencia de alegría y tómala. No sientas la menor vergüenza de arrebatar mi espíritu mismo si es ello lo que necesitas; lo que quieres. 

 

¡No te hagas daño! 

 

Por… por favor. Te suplico que no lo hagas, que te apartes de allí y que vengas a refugiarte en mis brazos;  tan cansados como el tiempo mismo, pero a la vez, tan fuertes como los de Atlas. Ellos te recibirán, te abrazarán y ni siquiera el mismo Lucifer podrá arrebatarte de ellos. 

 

Necesito que me creas

 

No te prometo que no te va a doler, porque lo hará. Ese dolor  tan grande te desollará por dentro. Carcomerá tu alma y la dejará cual esquirlas luego de una brutal masacre en una vidriería. 

 

Golpea mi rostro si con eso puedo salvarte

 

Dame el golpe más cruel que tengas. Carga la metralleta de tu ira y dispara contra mí, que ya tengo la esperanza blindada y lo que tú necesitas es alguien o algo sobre lo cual descansar. Descansa conmigo, mata la culpa a pedradas y revive tu esperanza. 

 

Observa mi rostro y no vuelvas a decir que estás solo. 

 

Siempre pensaste que las lágrimas de todos eran fingidas y absurdas; pero no es cierto. Quienes te conocemos sabemos lo que vales, es por eso que no estás solo. No puedes sentirte solo cuando aún en la distancia son mis brazos los que te envuelven, y mis labios te regalan el sutil toque de la ternura, cuando la brisa matutina de tus usuales carreras toca tu tez. 

 

Vuelve  mi niño… 

 

Recuerda lo feliz que eras. Recuerda… aque… aquellas gotas de alegría, aque… aquellas muestras de afecto que él te quitó.  Desviste tu cuerpo de la sucia y corroída maraña de vísceras que aprendiste a albergar.

 

¡Aléjate de allí! 

 

¡Por… por favor… hazlo por ti mismo! 

 

¿No te vale? ¿Qué quieres que haga? ¿Qué ruegue? 

 

¡Te lo ruego! ¡Por favor! 

 

No hagas esto, piensa en ti, en mí. ¿Acaso te gusta verme así?  Estoy quedándome casi sin respiración y de forma patética mi corazón está dejando de bombear sangre a mi cerebro. La garganta se me traba, aún cuando sé que tengo demasiado que decirte y que necesito que me des un tiempo para ordenar mis ideas. 

 

¡Quita ese pie de allí! 

 

Ese no es un paso de fe. Es el paso del cobarde más grande del mundo. ¿Quieres eso para ti? ¿Acabar así? Piensa que esto es solo el medio tiempo, aún puedes llegar a la otra cancha y meter el gol que esperas… 

 

¡No…. Roy no! 

 

Tus pasos son el alquitrán que dejan a mis pulmones inhabilitados en el mismo momento en que decides avanzar. Abalanzada contra ti es la única forma que tengo y puedo salvarte. La única que se me ocurre para que no cometas una locura, espero que así, quizá, tengas un poco de conciencia sobre lo que intentas hacer….

                                                                                                                       *** 

 

 

             « Y en otras noticias: Mujer intenta salvar a suicida en un acantilado a cuarenta                    y cinco kilómetros de la ciudad y termina precipitándose al empujarlo a una zona                   segura. El nombre del muchacho: Roy Figueroa Rey. El nombre de ella: Rosario                                             Rey… su madre. »

Muchas gracias a Anaïs Duchess por este increíble relato corto 

 

Ante todo, gracias. Gracias por no haber ignorado, por no haber pasado de largo con el ratón, buscando algo entretenido que leer, o quizás buscando algún comentario que te hayan hecho. Gracias por abrir aquí. Me haces muy feliz, aunque no lo sepas.

 

Mi nombre… ya te diré mi nombre cuando nos veamos. Cada cosa a su tiempo, como se dice. Si estás leyendo esto, es que realmente quieres hacerlo. Si no lo has dejado ya, es que te interesa, y lo celebro. Hablemos un poco de mí… perdona si suena egocéntrico, pero podrás contarme absolutamente todo cuando nos veamos. Y yo te escucharé. Tendremos mucho, mucho tiempo en el que podrás contarme todo cuanto quieras contarme. Todo eso que nunca le has confesado a nadie, podrás decírmelo a mí. Todas esas historias que nunca llegaste a escribir, podrás contármelas a mí. Esos personajes, esos relatos, esas vivencias fuera de la escritura… todo lo que te lleva todo este tiempo que llamas “vida” formándote, día a día, hora a hora… instante a instante. Todo eso, podrás contármelo. Así que ahora te diré algo de mí.

 

Llegados a este punto, no hay vuelta atrás. Y me alegro de ello, y tú sabrás apreciarlo. Puede que ahora no, puede que te haga fruncir el ceño esto que lees… ¡mira, lo has hecho! Qué gracioso… eres un ser muy curioso, ¿sabes? Todo eso que has escrito, me emociona. Tienes talento, y me siento muy honrado sabiendo que estarás conmigo, que tendré algo tan hermoso como tú a mi lado. Al principio puede que te haga sentir asco.

Puede que te repugne, que te haga llorar llegado cierto punto. No te preocupes si lloras. No me reiré. Te consolaré, y escucharé tus ruegos una, y otra, y otra, y otra vez. Te escucharé, como te dije. Te responderé, y esas respuestas puede que te hagan daño al principio. Pero no pasa nada. No te preocupes. Todos nos acostumbramos al miedo, al dolor, a la desesperación, al ansia de salir corriendo, de empujar tu propia sombra y huir. Te acostumbrarás, encanto. Y al final, te acostumbrarás a mí. Y me querrás. Me agradecerás que esté ahí, porque nadie más que yo podrá hacerte feliz. Feliz, en el sentido de que llenaré ese saco sin fondo que tú, como escritor, tienes en tu ser. Ese saco profundo, que no logras calmar por muchas historias que cuentes, que escribas, que inventes. Siempre surge otra historia, ¿verdad? Siempre surge otro personaje, que deshechas porque no se adapta bien al contexto, o porque simplemente no te gusta. Yo estaré ahí, y alabaré todo eso que has creado, y que crearás. Aplaudiré tu creatividad, te daré alas para que tu imaginación vuele hasta lugares que jamás creíste posibles. Claro que aplaudiré en sentido metafórico, puesto que lo tengo un poco difícil. El mero hecho de escribir esto me cuesta horrores, pero como he oído, con paciencia y con saliva, se la metió el elefante a la hormiga. Sí, sé que es un dicho no muy delicado precisamente, pero al caso viene perfecto.

 

Yo… la verdad, estoy solo. Hace mucho que lo estoy. Busco incansablemente alguien que sacie mi sed de historias, mi hambre de buenos reatos que me hagan estremecerme, llorar de tristeza, reír a más no poder, imaginarme mundos fantásticos y maravillosos, sentir el suspense de una persecución, revivir fielmente unas costumbres, emocionarme con poemas hermosos y llenos de sentimiento, sonreír al ver el amor de una pareja, sobrecogerme con lo que puede pasar en un mundo lejano y futurista, excitarme al leer líneas en las que la pasión es la protagonista, o  maravillarme con la maestría con la que un autor maneja a sus personajes, bien interpretados, en lo alto de un escenario. Anhelo todo eso, y hasta hoy, sólo me he saciado a partes, y temporalmente. Pero algún día habrá un escritor muy, muy bueno. Un talento innato, un genio. Puede que un día encuentre al ser capaz de unir todos y cada uno de los géneros en una misma obra, grandiosa, colosal… la culminación de una vida dedicada a saciar el hambre que siento, y que tú, encanto, también sientes.

El hambre de crear, y descubrir lo que otro ha creado.

Pero hasta entonces, me conformo con hallar al mejor de cada género. Al maestro de la intriga, del miedo, de la fantasía, de… bueno, de todos los que he mencionado antes. Al mejor. Y ése genio, viene conmigo. Pero mi hambre no se sacia por mucho tiempo, y encontrar al maestro es algo que requiere tiempo. Y tú, tú, puedes saciar ese apetito hasta que termine mi búsqueda. Y, ¿sabes una cosa? Lo harás. Salimos ganando los dos, en serio: yo consigo lo que quiero, y tú también; yo consigo calmar mi hambre, y tú consigues un lector, un público eterno, incansable, y que jamás, jamás, abucheará tu obra. Porque toda obra escrita es una obra, ya sea mala o buena… y me gustan las obras. Todas, sin excepción.

Llegados aquí, ya sé quién eres. Y no hablo de tu nombre aquí, en este curioso foro. Por favor, no insultes mi inteligencia creyendo que sólo sé tu nombre aquí. Es lo curioso de hacerse la cuenta, para poder entrar… que das tus datos. Tu correo electrónico. Una fuente de conocimiento, si se sabe interpretar. Curioso, cómo  os las apañáis ahora para relacionaros. Hace tiempo, esto lo habría creído impensable. En fin.

 

Una vez más, te agradezco que hayas abierto este relato, que realmente no lo es… es una carta para ti, afortunado escritor, creador de mundos e historias. Te lo agradezco infinitamente, pues ahora sé cómo dar contigo. Y te iré a buscar, para que podamos estar juntos, para poder saciar mi apetito. Me verás cuando llegue el momento, y es esperable que sientas miedo, incluso terror al verme. Cosa que no culpo, pues no soy como tú. Como vosotros, mejor dicho… pero no me gusta generalizar, pues cada uno es único, y muchos me lo han demostrado al contarme infinidad de historias diferentes, a cada cuál más original. Pero si quieres verme ahora, puedes hacerlo. Es muy sencillo. No pretendo insultar tu inteligencia, por favor… ni muchísimo menos. Ya sé que es un dibujo, pero a mí las fotografías nunca me han sentado bien… o mejor, las fotografías nunca quedan bien. Conseguí este dibujo de un chaval con bastante mano para ello… y se ajustaba a mis necesidades. Los humanos nunca se le dieron bien…

 

Me he alargado demasiado. Mis disculpas. Pronto nos veremos, y podremos charlar largo y tendido. No te preocupes, el dolor se irá. Te lo digo desde ya, para que lo sepas. Tengo que hacer cosas, para que no os marchéis, cuando os voy a buscar. Al principio no querrás ni verme, me odiarás… me insultarás, y sollozarás que te libere, que te devuelva a tu casita. O que te quite la vida. Pero eso será al principio, calma… te dolerá. Y mucho. Pero, diciéndolo con una metáfora, el ave sin alas no puede volar, al igual que sin patas no puede la liebre correr.

Lo dicho. Pronto nos veremos, y será un placer tenerte conmigo. Y, con el tiempo, también será un placer para ti. Y, como decía antes, si quieres verme ahora, es muy sencillo. Al menos para que te hagas una idea, y no te sobresaltes tanto. Sólo tienes que alzar la vista de estas líneas, y mirar al chico que ha colgado este relato. Sí, ahí estoy… en la esquina superior izquierda. Una imagen mía, un vulgar retrato que, sinceramente, no me hace justicia. Pero más vale pájaro en mano…

Gracias por abrir este "relato". De no ser por ese pequeño, diminuto click con el ratón, jamás podría haber dado contigo. Hasta dentro de poco, mi pequeño talento. Ardo en deseos de escuchar tu voz.

 

Leeme, por favor

Muchas gracias a O.D. por este inquietante y misterioso relato ( encontaréis dibujos suyos en nuestra sección de Artistas )


 

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