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Seres

¿Has soñado alguna vez con tener poderes sobrenaturales? Supongo que como todo niño, es obvio que cuando veías esas series creadas para los pequeños de tu edad en las que los héroes usaban aquellos poderes alucinantes, Goku y su Kamehameha, Luffy y el Gomu Gomu No, los digimon con sus poderes únicos y los Pokemon. Seguro al menos una vez soñaste con ser como ellos, ser un héroe invencible con tus propias superhabilidades.

 

Yo me llamó Rick, Rick Daniels, es un diminutivo de Richard, entenderás que Rick es mejor y… si no lo entiendes tampoco me importa demasiado. Seguro piensas que me voy por las ramas pero… es importante que sepas sobre mí para que puedas entender el por qué y el cómo, así podrás entender el cuándo y definitivamente el qué. Es muy importante, no pierdas detalle, yo soy el héroe, el villano… ¿Quién sabe dónde esté? lo he enfrentado, pero no le he encontrado. Puede que al final él…

 

(Sonríe)

 

Fue el día 26 de Noviembre del 2012 cuando todo comenzó. Fue un día de clases como cualquier otro. En su comienzo, pero todo se descontroló en un abrir y cerrar de ojos. ¿No os he dicho cuál es mi poder? Me gustaría que lo averiguases conforme avance mi relato.

 

La clase está compuesta de siete filas con cinco asientos cada una, sólo hay seis ocupadas y la sexta no por completo, en ella, quedan dos sitios por ocupar. Exacto, como bien sabes, hay veintiocho alumnos en la clase, al menos al comienzo del curso; entre ellos, yo mismo. Para aquellas alturas del curso sólo quedabamos dieciocho, débiles que no eran capaces de seguir el ritmo o gente con suerte que encontró trabajo abandonaban el ciclo con rapidez. Me siento en la sexta fila, el segundo asiento por la derecha. Me gusta aquel lugar, estoy muy alejado de la puerta de entrada y puedo ver cómo actúa cada compañero en diferentes momentos de la clase. Es divertido. Al menos a mí me lo parece.

 

Por ejemplo, Irina, tercera fila, asiento tercero desde la derecha, ella solía agachar la cabeza entre la primera y la segunda hora cada veinte minutos aproximadamente, el sueño era más fuerte que ella, pero se afanaba en vencerlo. En el intervalo de descanso entre la segunda y la tercera se tomaba un café y con eso lograba sobrellevar el resto del día. Más atrás, Dixy hablaba descontroladamente con cualquiera a su lado. Era obvio que aquello no era lo que le gustaba, eso te hacía preguntarte qué se escondía tras su historia para que acabase estudiando algo que no le atraía. Justo como yo.

 

Como dije, es interesante observar a las personas, pero es mucho más divertido tratar de averiguar si alguno de ellos era como yo, saber si era remotamente posible que conociesen de la existencia de los seres, como me gusta llamar a los que son como yo. Aquel día iba a descubrir un par de cosas que nunca hubiese imaginado. Una de ellas sobre… lo que soy capaz de hacer.

 

Nos saltaremos las clases aburridas. Todo comenzó en la cuarta hora de clases, una vez entramos en la clase, las puertas se cerraron dando un portazo. Todos nos sobresaltamos y miramos a las ventanas cerradas y luego las puertas cerradas. No lográbamos entender que había sucedido, incluso el profesor buscaba quien había sido el último en entrar al aula, atribuyéndole la culpabilidad del portazo. Pero, hacía varios minutos que todos estábamos sentados en nuestros propios lugares.

 

Creo que en ese preciso instante, todos pensamos exactamente lo mismo. Recordamos los asesinatos que habían estado sucediendo por aquellos días. Cuando la policía llegaba al lugar las puertas estaban atascadas; siempre eran pisos elevados, así que entraban por ellas con escaleras de los vecinos o, si era muy alto, con la ayuda de los bomberos. Cuando llegaban, las víctimas se habían suicidado. Podía tomarse por un suicidio si no fuese por las cartas que se encontraban en las escenas, todas rezaban lo mismo, escritas del puño y letra de la víctima. Eran perturbadoras, como poco.

“Su voz retumba en toda la habitación

No puedo saber de dónde viene

No me dice que es lo que quiere

Me tortura, me presiona, me destruye psicológicamente

No puedo imaginar que esto perdure

No quiero que esto continúe

Dice que son cinco, cinco que siguen sumando

Yo soy la primera

Y esto no ha hecho más que comenzar”

 

Aquello decía la primera carta que apareció, la única que se hizo pública. Aquella primera vez se creyó que era el suicidio de una loca, pero cuando apareció el segundo crimen con las mismas características se comenzó a ocultar las pruebas. Todos sabíamos que ya no eran suicidios, pero no teníamos las pruebas, no salió nada a la luz (sonríe y niega con la cabeza) habría que ser muy estúpido para no ver que eran obra de un ser. Uno idéntico a mi.

 

Cuando vimos que la puerta se cerró, buscamos explicaciones razonables, algo que nos diese seguridad, un resquicio al que aferrarnos, sentir que no éramos los siguientes en la lista de ese lunático. La prensa lo llamó el asesino fantasma, era muy adecuado, todos sabemos que en las películas los espíritus cierran las puertas, note dejan marchar… entonces te matan. Es una tortura psicológica, puede ser muy divertida, mucho más si estás dentro para verla, para vivirla.

 

(Sonríe)

 

Sé lo que piensas ¿Crees que será tan simple? ¿De verdad piensas que un misterio como el que te estoy contando va a resolverse con tanta facilidad? Eres un inocente, un incauto, puede que se suponga que esto es una confesión pero, todos mis compañeros supervivientes te dirán lo mismo. Por mucho que yo cuente no podrás inculparme, así creas estar seguro de que fui yo cuando todo termine, así mi confesión parezca dejártelo claro de primeras. Todo es circunstancial, puede ser a causa del trauma vivido, además, no soy el único superviviente ¿Verdad, agente?

 

I

“Llamas que ARDEN”

 

Taré fue el primero en tratar de abrir la puerta. Para nosotros era el loco de Taré, lo llamábamos así de cariño aunque; realmente actuaba extraño, al menos con nosotros. (ríe) era un buen tipo. El caso es que la puerta no se abría. Hubiese sido divertido ver como todos palidecían, de no ser porque yo mismo estaba completamente atacado. Se me acababa el tiempo, aún no le había dicho a Irina lo que sentía y mi mundo se venía abajo.

 

Todos esperamos para escuchar la voz que mencionaba la carta, esa voz que venía de todas partes y de ninguna. La voz del torturador, de aquel que nos había aprisionado en aquel lugar. No me di cuenta al comienzo, pero un murmullo comenzó a llenar todo el lugar. Adai hablaba con Irina, Abril, Juan, Daida, Laura y Taré, por otro lado, Alejandro, Miguel, Mauricio, Daniel y Gustavo. Grimanesa y Carlos se mantenían juntos, como de costumbre, todos pensábamos que acabarían juntos. Una desgracia.

 

Valeria estaba completamente atacada, al borde de un ataque de pánico. Tuvieron suerte Belén y Johan, aquel día no fueron a clases. Yo estaba atrás, sólo. No era preocupante, ni siquiera era de extrañar. Realmente, aquello era y siempre sería… lo normal.

 

“El juego puede comenzar”

 

Aquella voz resonó por todas partes, sonaba lejana, grave y ligera… me refiero… sonaba como si el viento la guiase por todo el lugar, como si girase, una y otra vez, rotando y rotando, girando continuamente a nuestro alrededor. Era perturbador. Todos palidecieron un poco más, ya no era una sencilla suposición, era el mismo asesino. Éramos sus víctimas, éramos el quinto asesinato.

 

“Sois el escenario final”

“La quinta esquina de mi pentagrama”

“Vosotros”“dieciocho habéis en la habitación”

“Cinco saldrán de ella con vida”

“Seis cuerpos”

“Uno muerto”

“Caminarán en el exterior”

“¿Quién vive?”

“¿Quién muere?”

“Todo será decidido”

“Por vosotros”

“…mismos…”

 

Sus palabras no fueron tranquilizadoras. Ni siquiera para mí, que era inalcanzable, intocable en mi estado en aquel momento. Un ser podía herirme, pero dijo que ellos tomarían la decisión y no sabían ni siquiera que yo existía.

 

(Hace un gesto para que guarde silencio) (Ríe)

 

Esto, agente, es un monólogo. Usted no tiene derecho a hablar, a aparecer en mi relato. Usted es un mero observador que registrará mis palabras. Las que demuestren que soy inocente, que estoy desquiciado, que mi mente jamás será lo que fue. Usted mostrará al mundo que aquel que es víctima de un ser, aún si sobrevive, puede ser reducido a poco más que una carcasa vacía que el ser ocupará.

 

¿Quiere que siga contándole o ya tiene los pelos de punta, agente? (sonríe)

 

 

 

 

 

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II

“Decisiones”

Que conste que usted me ha pedido que continúe con su silencio atronador, no pienso hacerme responsable de su desolada mente cuando esto termine. Téngalo presente, no quiero que haya mal entendidos en este caso.

 

Como era de esperar todos se pusieron muy nerviosos, estaban atacados, se movían de un lado para el otro, parecían incapaces de entender que no tenían escapatoria. Gabriel se quedó en su asiento, era el único que no hablaba con los demás o se movía desesperado por la clase buscando una salida. Él no solía estar en clase, puedo imaginar que pensaba en aquel momento: “No suelo estar en la clase, no suelo aparecer, no tengo relación o vínculo alguno con ellos, yo seré el primero en morir, seré el elegido… ¿Por qué demonios vine hoy a clases?”

Sí, seguro pensaba eso… un pensamiento lamentable.

 

(Sonríe levemente, a penas mueve los labios, fue sólo un pequeño espasmo en la comisura del labio, quizás fruto de mi imaginación.)

 

El caso es que daba igual como se pensase, no iba a ser algo así lo que nuestro carcelero tenía pensado. Como ya dije, sus asesinatos siempre buscaban provocar el suicidio, sin duda buscaría ver cómo nos matábamos entre nosotros y un suicidio perfecto al final. Todo muy en su línea, era lo que debía pensarse por lógica pero ¿ese ser se manejaba por algún tipo de lógica? Era absurdo afirmarlo o desmentirlo, no había nada seguro en todo aquello, bueno; sí había una cosa, que no íbamos a salir ilesos de allí.

 

(Agacha la vista, por primera vez parece que la situación de verdad le ha afectado anímicamente)

 

Es muy fácil lo que está haciendo usted, agente. Escucha lo que sucedió, escucha atentamente y cree que puede imaginar el horror que se vivió entre aquellas cuatro paredes. EN una habitación donde sólo había una certeza, la muerte. Pero, a pesar de lo que pensase Gabriel o cualquier otro miembro de la clase o, incluso, el maestro que estaba con nosotros, ni uno sólo podía imaginar lo que estaba por llegar. Habría que tomar decisiones, decisiones muy duras, esas que parten corazones y desequilibran mentes en décimas de segundo. Ese ser, realmente no es como yo, él es retorcido, cínico y sádico. Es un monstruo.

 

(Levanta la cabeza y me mira con ojos iracundos, no puedo evitar temerle)

 

Lo peor de todo es…

 

(Sacude la cabeza)

 

Es que ustedes no podrás hacer nada contra él, seguirá matando, una y otra vez, del mismo modo, sin preocuparse por nada, disfrutando de su obra, riendo con la desesperación de todos y nadie puede hacer nada por detenerlo. Quizás debería explicar algo sobre nosotros, sobre los seres, así podría entenderlo mejor, agente. Así podría entenderlo cualquiera que lograse tener acceso a este informe que usted escribe pero, no me creería en este punto, ni siquiera lo consideraría, nadie que no lo haya vivido creería mis palabras. Tendría que demostrarle y no tengo tanto poder como el que tiene él.

 

(Agacha la cabeza, luce realmente triste, sus sentidos parecen embotados y la sinceridad en su voz, sus gestos y sus palabras me están poniendo los pelos de punta, ¿qué puede haber vivido este chico para acabar en este estado?)

Pasaron cinco minutos, no sé si exactos, pero imagino que sí, fueron exactos cuando comencé a calcularlos con el reloj, no creo que cambiase su modo de actuar, era el que más lo divertía o el que había escogido para nosotros; en cualquier caso, nos daba cinco minutos para que nos desesperásemos cada vez un poquito más. Su voz volvió a sonar, de cualquier parte, de cada pared, esquina y objeto, de todos a la vez y de ninguno al mismo tiempo. Sé que le cuesta imaginarlo, agente.

 

“Llegó la hora de la toma de decisiones”

“Uno morirá en los próximos cinco minutos”

“Otro será encerrado en uno de los armarios”

“Sí, los pequeños que hay a la derecha de la puerta”

“No hay más en todo el aula ¿cierto?”

“Vosotros elegís, pero debe ser una decisión unánime”

“Y con unánime quiero decir que…”

“Hasta el muerto debe estar de acuerdo”

“Si no os lográis coordinar y decidir entre todos”

“mataré a dos personas al azar”

“Las que a mí…”

“… me den…”

“… la gana…”

 

Y ahí terminó el mensaje. Toda la clase quedó petrificada, Molina, el maestro, palideció, fue la primera vez que vi a ese hombre palidecer tras tantos años en el mismo aula que él. Se miraban los unos a los otros, si ninguno se ofrecía voluntario para morir, dos morirían, si ninguno se ofrecía voluntario para entrar al armario, dos morirían, si elegían y uno de ellos se echaba para atrás… dos morirían. Lo peor… los cinco minutos siguientes.

 

¿Ha oído hablar de las guerras que no dan ocasión a la supervivencia de los civiles, llamados daños colaterales para justificar su sacrificio? Recuerda el Hiroshima, agente. Aquella clase fue algo así, pero con palabras. La atómica la lanzó Juancho, el delegado de la clase.

 

<<Elegiremos democráticamente>> gritó escribiendo todos los nombres, uno por uno, de los presentes en el aula.

 

Laura

Abril

Juan

Valeria

Mauricio

Gustavo

Daniel

Flavio

Irina

Dixy

Gabriel

Daida

Alejandro

Miguel

Grimanesa

Carlos

Adai

Molina

 

 

Todos y cada uno de los que podían morir en el aula.

<<Votaremos, un voto cada uno y los dos con más puntos serán los elegidos que deberán aceptar sin rechistar, el que más votos reciba será quien muera, el que menos, irá al armario, en caso de empate, Molina vota doble>> aquella fue la sentencia de una paz endeble y quebradiza, para decirlo con rapidez, fue el comienzo de una batalla que no podían ganar.

Los votos volaron, en cinco minutos era difícil que votaran diecisiete personas y que no hubiese peleas cuando se sentenciaba a muerte a una persona y al confinamiento a otra. Fue un caos. No se había terminado la votación para cuando su voz volvió a resonar en el aula.

“Los cinco minutos han terminado”

“Era un buen método”

“Pero demasiado lento”

“¿Qué haréis ahora?”

“¿Morirá el que tiene más votos a estas alturas?”

“¿Saldrá algún voluntario con el que todos estéis de acuerdo?”

“¿Morirán dos personas en lugar de una?”

 

<<No importa que decidamos>> susurró Gustavo mirando el armario con una calma forjada por una máscara de porcelana <<El armario carece de entrada de aire, quien quede dentro, morirá por falta de oxígeno>> susurró haciendo que de pronto todos se diesen cuenta de aquel detalle <<Morirán dos personas igualmente>>

 

“Eres un hombre listo, Gustavo”

“Pero…”

“¿quiénes serán?”

“Os daré otros cinco minutos como premio a la inteligencia de Gustavo”

“Y un pequeño detalle que…”

“no deberías conocer hasta que pasasen las dos primeras muertes”

“Para vosotros tengo un plan especial, morirá gente durante dos horas”

“Luego os ofreceré salvar vuestras vidas”

“Cinco saldrán de aquí, creo que ya lo dije”

“Pero esto son pruebas de habilidad, no de popularidad”

“Se formarán dos equipos”

“¿Quién es más útil?”

“¿Quién lo es menos?”

“¿QUIÉN ES PRESCINDIBLE?”

 

Su voz se difumino entre suaves risas.

 

Dígame, agente.

 

¿Quiere que siga contándole… o ya tiene los pelos de punta?

III

“Dos primeros muertos”

 

La clase quedó en tensión, supongo que es comprensible, sus lazos de amistad se habían formado recientemente sostenidos sobre unos cimientos de interés y mutuo provecho. Unos se volvieron más fuertes que otros, despertando incluso pasiones mal disimuladas y amores correspondidos con dulzura y belleza pero, lejos de todo aquello, justo cuando aquella amistad se formaba real, fuerte y hermosa, los forzaban a pensar ¿Quiénes de ellos eran prescindibles? ¿Cuál merecía una muerte lenta y tortuosa encerrado en un espacio reducido hasta morir asfixiado? O ¿Quién merecía la muerte, ya fuese rápida y certera? Eran preguntas demasiado importantes para que pudiesen tomarlas en aquel pequeño espacio temporal.

 

Todos se miraban incómodos, ¿cómo acusar a un compañero, a una de esas personas con las que has compartido críticas hacia los maestros, una chuletada e incluso en los que te has apoyado para copiar los exámenes? ¿Con que cara señalas a alguien para sentenciarlo a muerte? ¿Quizás era mejor dejarlo al azar de aquel que los hostigaba? Ahora era de verdad, ahora parecían entenderlo, no era un juego, aquello era real, dos de ellos morirían y no les quedaba tiempo.

 

<<Yo moriré>> se puso en pie Adai con la vista clavada en el suelo.

 

<< ¿Cómo te puedes ofrecer para algo así?>> preguntó Irina.

 

La relación entre ellos siempre fue muy sencilla, hasta que se complicó, y luego volvió a ser sencilla. El caso es que llegados a este punto, él era el mejor amigo que ella tenía allí, aquel al que le contaba todo, todos y cada uno de sus problemas. Era su hermano en la clase. Por un instante pensé que si él elegía morir ella lo seguiría, pero recapacité, ella no iba a matarse voluntariamente teniendo a Alejandro con ella. Su pareja, obviamente.

 

<<Él pregunto que quien creíamos que era más útil, no tengo cualidades atléticas como Alejandro, Miguel o Juan, tampoco soy de los más listos de la clase y no tengo un conocimiento avanzado de nada, sólo sé de aquello que me interesa, son pocas cosas y demasiado abstractas como para conocerlas a fondo, no soy útil, al menos que peleen por vivir aquellos que puedan ayudar a los demás>>

 

<<Cállate, eres super noble y ves cosas que, por lo menos, yo no veo. Eres útil, tienes una buena capacidad lógica, déjate de gilipoyeces, dejémonos de gilipoyeces todos, que ese tío mate a dos a su libre albedrío y ya está>> respondió Irina con rapidez mirando a todos a su alrededor que agachaban la vista conforme ella los miraba.

 

Era obvio, estaba claro, ninguno quería morir, menos en el armario. Incluso el maestro estaba sentado en la mesa, pálido. Muchos pensarían que era su deber morir por sus alumnos, estaban a su cargo, era su tutor, nada más y nada menos. Él lo veía de aquel modo ¿Qué tanto estaba pensando? Era fácil saberlo, como todos, le tenía un miedo espantoso a la muerte.

 

Era fácil verlo en sus rostros, sus diferentes personalidades les hacían reaccionar de modos diferentes. Mientras el maestro se ocultaba tras su mesa, Adai se había rendido, como solía hacer, parecía valentía, daba la vida por sus compañeros, pero no era así. Era cobardía, lo dejaba en manos de los demás, no quería pelear, sólo deseaba rendirse y acabar con aquello de una vez.

 

Abril no dejaba de pensar en todo lo que quería hacer y no había podido hacer, el verano siguiente se sacaría el carne, quería exponer su sobras en una galería de arte, estudiar bellas artes, crecer como artista. Vivir la vida que siempre había soñado. Juan quería traer a su pareja desde Venezuela, cuidar de su madre y alcanzar su sueño de ser arquitecto, volver a jugar al fútbol pero, ahora que había logrado un equipo en el que jugar… Era cruel, aquel ser…  Cada vez lo odiaba más y más

 

Irina y Alejandro, por fin habían logrado comenzar su relación, eran felices, se querían como nunca habían querido, por fin los problemas comenzaban a emborronarse en sus cabezas, perdían peso, se volvían livianos. Grimanesa se estaba sacando el bachiller, iba a poder estudiar lo que ella quería, ir a la universidad, Carlos esperaba la llamada de su verdadera vocación. Pero todo se había truncado a aquellas alturas, sólo seis saldrían de allí y nada garantizaba quienes saldrían.

 

Daida comenzaba a recuperarse de su operación, veía la luz al final del camino que llevaba recorriendo demasiado tiempo, Valeria sentía como todo su esfuerza caía a lo más hondo de un barranco y se hacía añicos, Mauricio soñaba una vez más con tocar y cantar sobre un gran escenario, Daniel se preguntaba qué lo habái llevado a aquel lugar, que demonios estaba haciendo allí y Gustavo, Gustavo maldecía el no haber encontrado empleo y verse atraído por aquel ciclo que le costaría la vida muy seguramente.

 

Todos repasaban sus historias personales, sus logros, lo que había cambiado y lo que no, lo que les quedaba por recorrer, lo que habían logrado. Dixy lloraba, Abril se cubría la cabeza en su pupitre, Juan miraba por la ventana, impotente. Cada uno con su gesto propio, cada uno con su pensamiento, todos en la misma encrucijada que no tenía salida alguna.

 

“Creo que ya es hora”

“La hora de tomar cartas en el asunto”

“¿Habéis tomado la decisión”

“¿Debo asumir las votaciones de la pizarra?”

“…O…”

“¿Escoger al azar entre vosotros?”

“No os queda tiempo, yo decidiré”

“En este momento morirá…”

“Pito pito colorito…”

“Dixy Soto”

“y será por…”

 

No lo podía creer, no era que forzase el suicidio de sus víctimas, aquel ser podía manipularlas. Quizás no era capaz de manipular los objetos, pero sí a las personas hasta el punto de que no pudiesen usar diversas cosas, como las puertas. Era muy diferente a mí. Nunca había visto a  otros seres actuar, yo sólo podía mover cosas de pequeño tamaño pero, si entraba en un humano, podía bloquear las puertas como había hecho él. Nunca pensé que cada ser tuviese su propio poder. En su momento me pareció absurdo.

 

“Dixy será asesinada por sus grandes amigas”

“Dad un paso al frente, Irina, Abril”

“Que sea una calurosa muerte”

 

Fue una escena espantosa, como marionetas, las dos muchachas se levantaron y cogieron las reglas de madera que reposaban en la pizarra, Dixy trató de huir pero llegó un momento en el que no pudo seguir, cayó al suelo y comenzó a recibir golpes, uno tras otro, cada cual más contundente. Todos estaban congelados, clavados en su sitio, incapaces de moverse por más que quisieran. La impotencia llevó las lágrimas a sus ojos.

 

El ver como las reglas golpeaban el cuerpo de la muchacha y se hundían en su carne, en su cráneo, la sangre caía al suelo y llenaba el suelo. Los gritos agónicos de Dixy fluían por el aula y llenaban sus oídos pero, ni uno sólo de ellos se acercó para detener aquella locura, ni uno sólo trató de mover un músculo para parar aquella locura. Ni uno sólo de ellos.

 

Irina y Abril, conscientes de lo que hacían, incapaces de detenerse, suplicaban que se detuviese, pedían perdón a su amiga y lloraban con amargura. Los gritos de Dixy eran claros y contundentes, el dolor la destrozaba, más de una costilla, probablemente clavadas en sus pulmones, era la imagen más horrible que vi nunca, no lo pude evitar, tuve que acabar con aquello. Usé mi poder y clavé un lápiz en su garganta, el sufrimiento aún duró unos segundos, pero fue menos de lo que hubiese durado aquella brutal paliza.

 

Aquel fue mi primer error, delaté mi existencia, ya no podría ayudarlos como antes. En aquel entonces no lo veía… pero era así.

 

“El segundo en morir”

“Encerrado en el armario”

 

<<Me ofrezco voluntario>> Gritó Gabriel poniéndose en pie.

 

El maestro abrió el primer armario de abajo a la derecha, sacó el material y la tabla que lo dividía en dos, miró a su alumno una vez más y sonrió con suavidad. Se sentía aliviado y decepcionado consigo mismo. Miró como Gabriel entraba en el armario y cerró las puertas con lentitud. Sus manos temblaban  cuando dejó de sujetar los picaportes y miró al resto de la clase. Lloraba, no podía parar de llorar, todos miraban el armario con el corazón en un puño y agacharon la vista.

 

Todos se avergonzaban de si mismos pero, entonces comenzó todo…

 

(levanta la vista y muestra una media sonrisa de satisfacción)

 

Dígame, agente.

 

¿Ha tenido suficiente o quiere que le siga contando?

 

 

Capítulo 4

“Una adivinanza”

 

La crueldad de la que hacía gala el ser que nos mantenía a todos presos en aquella aula era indescriptible. El mero hecho de forzar a Irina y Abril a matar a su amiga, a su mejor amiga, a una de esas personas que la clase siempre echaría en falta me hacía pensar que él era un sádico, hacía aquello por el placer que le retribuía ver sufrir a las personas bajo el yugo de sus oscuros deseos.

 

Yo perfectamente podría haberme marchado pero algo me decía que no era tan simple, en aquel momento ya sabía que mi acción de asesinar a Dixy para salvar a las muchachas de un trauma mayor me había descubierto a los ojos de aquella bestia pero, al mismo tiempo me asaltaba una nueva pregunta. Aquellas palabras que dijo al comienzo.

 

“Cinco saldrán de ella con vida”

 

“Seis cuerpos”

 

“Uno muerto”

 

“Caminarán en el exterior”

 

¿Acaso ya sabía de mi desde el comienzo? Si era de ese modo ¿Por qué no había ido a por mí sabiendo que soy el único que puede hacerle frente? La respuesta era tan obvia que no la pude ver ante mi mismísima nariz.

 

(Sonríe y niega con la cabeza mirando al suelo, parece realmente perturbado, desconfío de cada una de sus palabras)

 

Desconfía de lo que le cuento, agente, lo puedo ver en su mirada. Mis palabras son dignas de ser oídas por un psicólogo dentro de un manicomio donde podrían encerrar al mismísimo Joker de Batman. Déjeme que le plantee una adivinanza, la misma que nos planteó ese tipo cinco minutos después de que matase a Dixy.

 

“Una mujer a muerto”

 

“Un hombre al que no apreciabais dio la vida”

 

“Para salvaros a vosotros”

 

“Agacháis la vista y evitáis mirar”

 

“Esquiváis ese armario en el que él morirá”

 

“Destruís la imagen de ese muchacha en el suelo”

 

“No queréis ver la sangre que rodea su cuerpo”

 

“Los golpes de las reglas que habéis dejado caer al suelo”

 

“Lo hacéis para proteger vuestra salud mental”

 

“Eso debería de pensar y…”

 

“Lo que viene a mi mente es pura hipocresía”

 

“tratáis ambos cuerpos”

 

“a ambos muertos”

 

“del mismo modo”

 

“el hombre que no encajaba y la mujer que todos apreciabais”

 

“Adivina adivinanza”

 

“¿Hipocresía”

 

“o”

 

“Quizás tratáis de evitaros sufrimiento?”

 

“Es decir”

 

“Egoísmo”

 

Tal como usted se ha quedado se quedaron ellos y yo mismo. Ninguno sabía que responder, eran egoístas por no llorar a su amiga, por evadir su visión para salvar su estabilidad o eran unos hipócritas que no la miraban porque nunca les importó una mierda desde el comienzo. ¿Eran todos ellos herramientas de los demás, herramientas usadas para salir del paso en las asignaturas, para reducir el trayecto a clase o para sencillamente no aburrirse en la clase? ¿Había algún tipo de aprecio real en aquel aula?

 

Ni yo mismo podía asegurar la respuesta.

 

¿Usted qué opina agente? Si yo hiciese lo que ese monstruo hizo, en esta misma oficina, ¿qué cree que sería, hipocresía o egoísmo?

 

(Sonríe con cierto cinismo y vuelve a negar con la cabeza, es extraño, pero comienzo a entender el punto de sus palabras)

 

Exacto, una relación de amistad no es verdadera hasta que se demuestra que lo es, hasta entonces, es mera hipocresía. Si Adai o Irina hubiesen muerto, estaba claro que era puro egoísmo el evitar cualquiera de ellos mirar el cadáver, ella había alegado para protegerlo a él y él mismo había tratado de sacrificarse por los demás. Juan se preocupaba por ellos pero no quedaba claro que era exactamente, había preparado la votación.

 

Que duda tan grande, pero en mi cabeza no estaba aquella adivinanza. Yo había descubierto el motivo de lanzar aquella incógnita, sembrar la duda en sus corazones. Una pregunta en concreto, sí, esa misma que pasa por su mente, agente. ¿Alguien me aprecia de verdad en esta habitación? ¿Quién podía saberlo? Y si no estabas seguro ¿Por qué ibas a sacrificar tu vida por la de ellos? Estaba comenzando una guerra campal por la propia supervivencia.

 

<<¡¡Es egoísmo!!>> Gritó Juan sacando a todos de sus propios pensamientos, algunos asintieron, Irina, Abril, Daida, Miguel, Alejandro… Otros siguieron pensativos.

 

Pero algo vino a mi mente, la prueba de que era puro egoísmo. Dixy había anunciado que debía marcharse del país y no hubo uno sólo de los allí reunidos que faltase a decirle adiós, a enjuagarse las lágrimas y a lamentar su partida en silencio y a viva voz. Pero no podía comunicarme con ellos, eso pensé, hasta que vi las tizas en la pizarra. Use mi poder y con ella escribí bien grande mientras, aterrorizados, veían la tiza flotar en el aire y escribir en la pizarra, lanzando un chirrido molesto y agónico.

 

EGOISMO

Todos se miraron entre ellos y un borrador se elevó solo, no era yo quien lo hacía y fue cuando lo comprendí, cuando entendí el motivo por el cual ni siquiera había intentado salir de aquel cuarto. Los seres como yo podemos sentir a otros seres cercanos, muchas veces ni siquiera lo hacemos conscientemente, y rechazamos el contacto entre nosotros porque si dos seres se encuentran, sólo uno puede seguir su camino. No era un ser el que nos había aprisionado, eran tres. Mi teoría inicial era errónea.

 

Saber que me había equivocado fue un shock para mí, pero fue reconfortante. Un ser tan poderoso como el que yo imaginaba era básicamente indestructible, invencible, imparable. Pero eran tres, tres seres, uno que controlaba la percepción de las personas, otro capaz de mover pequeños objetos y aquel que hablaba con todos nosotros. También comprendí aquellas frases del comienzo.

 

Cinco saldrán vivos, los supervivientes, el nuevo pentágono que este ser atacaría, seis caminarán, uno muerto. Los seres no somos más que lo que vosotros conocéis como fantasmas, agente. Seis caminarían, uno muerto, el ser que había planeado todo aquello, estaba en aquel aula para poder hablarnos sin que pudiésemos saber de qué lado partía su voz. Su poder era espacial, podías cambiar el espacio, crear una ilusión a nuestros ojos. Ahora tenía que descubrir quién era ese ser que nos torturaba psicológicamente.

 

(Se está emocionando, ¿quizás… se acerca el desenlace?)

 

(Su comportamiento ha sido de quietud, no parece lo normal en él)

 

(Me mira con una sombría sonrisa en sus ojos)

 

Se lo que piensas agente, no, ya te lo respondo yo… no, el desenlace aún queda lejos.

 

¿Quiere que siga, o ya tiene los pelos de punta, agente?

Capítulo 5

“Un asesino muerto”

 

(Mucho silencio desde que me volviese a preguntar)

 

(Mantiene esa mirada y esa sonrisa, comienza a asustarme de verdad)

 

Agente ¿puede imaginar algo más terrible que lo que acabo de decirle? Cuatro muertos, cuatro fantasmas estábamos reunidos entorno a aquel aula. Cuando dos se encuentran sólo uno sobrevive, cuando cuatro colisionan sólo uno sigue en pie. Ya debería de saber cual fue el resultado. Debería deducir, al menos, la fórmula más simple y errónea que le estoy dando. No, no vencí a aquellos tres seres. Ellos trabajaban juntos, habían encontrado un modo de subsistir sin matarse entre ellos. Podían superar a su instinto.

 

¿Cómo?

 

¿Cómo lo hacían?

 

Aquello era lo que me preguntaba, me olvidé de identificar al ser en el interior del aula, era inútil. Mi primera suposición era errónea, había comprendido aquella primera frase clave que me dieron pero, al mismo tiempo, el hecho de que hubiesen logrado vencer a sus instintos significaba que, sin lugar a dudas, se protegían entre ellos. Con eso en mente me di cuenta de que, daba igual que fuesen tres o uno, seguían siendo invencibles.

 

Me emocioné al descubrir que eran tres, me animé mucho, aquel fue mi segundo error. Cuando me percaté de la realidad, unos pocos minutos después pude ver como la madre muerte, cuyo abrazo ya experimente tiempo atrás, rodeaba a todos y cada uno de los que estaban dentro de aquel aula. Sabía que a uno no lo abrazaba para llevárselo, a uno de ellos sólo le agradecía sus esfuerzos pero… aun así… aun así…

 

(Se ha callado de nuevo)

 

(Me preocupa)

 

(No me mira, no sonríe, sólo mira al suelo)

 

No pude limitarme a mirar como morían, agente, no lo entendería, ni siquiera yo lo entiendo. Todo lo que había visto en aquella clase, lo que con ellos había vivido. No podía sencillamente dejarlo pasar, era imposible que abandonase a aquellos que me habían regalado tanto en tan poco tiempo y a cambio de nada. Era la primera vez que no quería que aquel curso acabase. La primera vez que… sin estarlo… me sentía vivo… realmente vivo. Pude sentir como latía mi corazón, una vez más.

 

Lo sentí varias veces pero, la que cuenta en este momento, no es otra más que la del amor. Ya sabe, el roce hace el cariño, el cariño lleva al amor y del amor sólo se puede pasar a la indiferencia o el odio. Yo apreciaba a cada uno de ellos…

 

(Silencio, sonríe con tristeza)

 

Amaba cada una de sus historias.

 

(Esta parte parece afectarlo de verdad)

 

(No levanta la vista del suelo)

 

(Está llorando)

 

No podía hacer nada, absolutamente nada. Estaba muerto y aún así volvía a sentirme igual de frustrado que cuando vivía, impotente, incapaz de solucionar un problema que sólo yo podía solucionar. Era un ser, pero a penas y tenía una centena de años como tal. No tenía, ni tengo, un verdadero conocimiento de mis capacidades, sólo conocía una premisa básica. Estoy atado al lugar en el que morí. En aquel instituto. Justo en aquel mismo lugar. Sólo podría separarme si tomaba posesión de un cuerpo y eso quería decir que los seres que nos atacaban habían tomado posesión de tres personas del centro, probablemente personas cercanas a la clase.

 

Por otra parte, el pentágono de crímenes debía de estar relacionado, cada persona asesinada debía guardar relación con al menos otras dos y de modo que al unir todas las piezas adecuadamente formases una estrella de cinco puntas que diese como resultado el pentágono deseado. Aquello era sólo una hipótesis. Una que surgió de la desesperación. Una inútil. Yo no sabía gran cosa de los anteriores crímenes hasta que salí de allí horas después. Y quizás todo lo que había pensado hasta entonces era incorrecto.

 

Quizás mataban para formar un pentágono sobre el mapa, quizás era por pura diversión y escogían las víctimas por casualidad. Esa última era muy improbable. Su modo de actuar, estaba claro que tenían algún objetivo. Comencé a hacerme una pregunta, la primera pregunta correcta que me había hecho hasta ese instante ¿Qué es lo que querían hacer? ¿Cuál era su verdadero objetivo? ¿De verdad tenían alguno o me lo estaba inventando yo para poner algo de lógica al asunto?

 

Debo asumirlo… ¿Verdad? ¿Agente? Jajaja, ya veo, te tengo atrapado, has olvidado escribir mis reacciones en algunos momentos pero ahora que todo se ha calmado un poco aprovechas para hacer especial hincapié en ellas. Es extraño, nunca atraparás a los asesinos, quizás yo podría destruirlos o ya haya destruido a alguno de ellos. No, a todos no. No te diré a cuantos, ni si logré destruir a alguno. Si quieres saberlo tendrás que escucharme hasta el final.

 

Pero te pido perdón, pero debo dar un pequeño rodeo en nuestra historia y voy a contarte una hermosa historia de amor. Quiero que sepas lo que sentí con la siguiente muerte. Para eso quiero que sepas lo que yo vi antes de todo esto. Una muerte más pero, primero, agente, te contaré como nació el amor entre Irina y Alejandro. ¿Te apetece? No quiero que me respondas, ya te dije que este es mi monólogo. Te pregunto, pero haré lo que me venga en gana.

 

Te lo contaré.

 

(Sonríe frívolamente, comienzo a temer por su salud mental)

 

¿Quiere que siga o ya tiene los pelos de punta, agente? Por supuesto, usted no tiene ni voz, ni voto, agente…

 

(La puerta se ceirra súbitamente, parece que de verdad no tengo elección a partir de ahora)


 

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